Ibas una mañana, incansable viajero
en busca de quehaceres que te diera la vida
sin pretender siquiera encontrar los aromas
de mil gajos de flor de tardía primavera.
Así, llegaste tú, siendo otoño a mi vida.
Así, cual un viajero a mi estación florida.
Y, así fue renaciendo una pasión sin nombre
y compartimos juntos un sin fin de quimeras.
Y así, fue de la nada, que se encendió una hoguera
de dorados anhelos, de unos sueños febriles,
y la agónica sed de mi piel hecha de trigo.
Así, muy simplemente te conocí, y te nombro:
Amigo mío, mi amante, mi sofá y mi abrigo
a tí, a quien por gracia conocí un mes primero
por tí, por mí, renace tras la lluvia, la higuera.