Aún soy el cáctus del desierto,
Seco y espinoso,
Que guarda egoísta, en su interior,
Reserva de agua, que es la vida.
Seco y espinoso…
Ahuyentando al sediento caminante.
Erguido, solitario,
En su propio inhóspito desierto.
Egoísmo, sequedad.
Espinas de amargura.
Es aún mi realidad.
A ese viejo cáctus he de transformar.
Veo la imagen de un árbol generoso,
Que da sombra y refugio al caminante.
Y, aún sin flores, sólo en su verdor
Sea bello, fuerte y útil.
Que de las espinas de aquel cáctus
Broten ramas generosas…
Y de aquel seco cuerpo,
Fluya agua que sane su falta de vida.
Y así, transformado,
Viva algunos años,
Y sea albergue de nidos,
Pájaros, orugas y bellas mariposas.