Tierna como una niña,
dulce y clara como el agua,
de un manantial en las montañas
así eres tú mi dulce pequeñita.
Te pareces tanto a ella,
en tu mirada resignada,
en tu ingenua y amplia sonrisa ,
eres el retrato vivo de mamá.
Tus lágrimas se quedaron,
impregnadas en mis mejillas,
se hizo eminente el adiós,
aunque no quisimos pronunciarlo.
El destino permitió,
que vivamos a millas de distancia,
pero demos gracias a Dios,
porque bajo la voluntad de él estamos.
Recuerda siempre,
que desde el cielo,
hay dos estrellas que nos vela
son los ojos bellos de mamá.